Marzo recargado
Marzo viene cargado. No precisamente de lluvia, sino que de una agenda de movilizaciones y dogmatismo. Todo lo iniciará el “súper lunes”, el lunes 2 de marzo será una verdadera prueba de fuego. Consecuentemente, una marcha por el medioambiente el 5, la huelga general feminista del 8M, gran movilización mapuche el 20 del mismo mes, marcha nacional por la vivienda el 23. Para el 29 está programado el día del joven combatiente, y el 31 de marzo cierra el mes el movimiento No+AFP. Con aire de mesianismo, las distintas organizaciones ya vaticinan traer la verdad revelada del pueblo a la sociedad chilena.
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La problemática recae en el profundo dogmatismo expresado por cada una de las organizaciones y los asistentes o voceros de estas. Respecto de este punto, Jaime Duran Barba y Santiago Nieto tratan este tema en su libro “La política en el siglo XXI”. Afirman los analistas “El conocimiento arcaico se construye a partir de dogmas, unos postulados que no se pueden poner en cuestión, aunque toda la experiencia empírica los contradiga. Los dogmas no admiten críticas ni dudas”. Por ello, es que es irrelevante cuanta evidencia fáctica demuestre que se equivocan sus postulados.
Hoy por hoy quien salga a desmentir, por ejemplo, que Chile es el país más desigual del mundo o que también es el más corrupto -como los estudios del Banco Mundial o el PNUD de Naciones Unidas demuestran-, es sencillamente tratado de idiota, por lo bajo. Así las cosas, marzo probablemente sea un mes lleno de profetas que crean tener la solución a todos los problemas y sólo al interior de los márgenes de sus discursos (véase las diferentes intervenciones de Luis Mesina y compañía).
El país ha ido cediendo categóricamente el pensamiento crítico de los problemas en sus más diferentes facetas. Se prefiere y valora el repetir consignas, aún sin revisar lo que se sostiene, antes que formar el juicio propio con una mirada más analítica y comprensiva. El filósofo José Ortega y Gasset señaló “siempre que enseñes, enseña a dudar de lo que enseñes”, cuestión casi inexistente en nuestra alicaída sociedad. No está de moda la mesura, lo está la imprudencia. Chile no necesita videntes ni dogmáticos.
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Urge recobrar la vida cívica y republicana, en que exista pleno respeto a la posición de mi interlocutor, por más diferente que ésta sea a la mía y también por sus preferencias o decisiones. Nadie posee la estatura moral para predefinir que es lo correcto o incorrecto en la vida de otro. De lo contrario, la arrogancia, ingeniería social y soberbia se vierten sobre la sociedad, poniendo de rodillas lo poco y nada que queda de vida en común. Si lo que se busca es que realmente “la dignidad se haga costumbre” partamos por reivindicar la posibilidad de consensuar soluciones a nuestros problemas sociales y que, de no restablecer condiciones mínimas para el diálogo, no será posible ni aproximarnos a éstas.
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