El poder de lo colectivo
Ya van más de 100 días desde el estallido social. Nos paseamos entre angustia, alegría, incertidumbre, unión y muchas otras emociones en este carrusel que varía con cada anuncio del gobierno, nueva víctima en las calles o noticia sobre la situación del país.
Para algunos de nosotros sigue siendo 2019, y cómo no, si estos meses han sido agotadores mental y emocionalmente para cada chilena y chileno. Los sentimientos que compartimos nos hablan de un despertar, de conciencia plena de lo que está ocurriendo y de un llamado a la acción desde el poder de lo colectivo.
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El desafío es enorme y queda, sin duda, mucho trabajo por hacer. Sin embargo, durante el último mes viví dos experiencias que me hacen creer que es posible hacer un cambio.
Uno es el Primer Cabildo para Niñas, Niños y Adolescentes organizado por la Mesa de Organizaciones Sociales. En esta oportunidad escuchamos, compartimos, aprendimos y levantamos valiosa información de parte de la generación que se hará cargo de mantener y mejorar las reformas y cambios que hoy estamos luchando. ¡Fue inspirador soñar juntas y juntos!
En este largo octubre, he sido testigo del poder de lo colectivo: un pueblo unido en pos de un presente y futuro mejor para todas y todos. Vi como aquello que nos une es más poderoso que lo que nos separa. Más fuerte que nuestras diferencias y más firme que nuestras metas individuales es el anhelo de alcanzar ese propósito común que hoy sigue movilizándonos.
Mi segunda experiencia en esta línea fue el Encuentro Nacional de Enseña Chile, donde más de 350 personas nos reunimos a reflexionar sobre el cambio sistémico y cómo podemos alcanzarlo trabajando en red.
Muchas veces escuchamos que la educación es la base de la sociedad y sobre todo en estos tiempos. Durante tres días vi cientos de personas comprometidas por educación de calidad para cada estudiante de nuestro país. Daba igual el color político, la religión, el nivel socioeconómico o la región de procedencia. Aquí nuestro centro son las y los estudiantes.
Lo que más rescato de ambas experiencias es reafirmar que construir un Chile más justo no es tarea de políticos o de la primera línea. Es una tarea colectiva. Y es ahí donde cada uno de nosotros es un actor relevante.
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Más que nunca debemos continuar con espacios de reflexión, encuentro, diálogo y propuestas respetando y valorando nuestra diversidad.
¡Necesitamos distintas perspectivas y muchas manos para lograr cambios sistémicos!
Chile es de todas y todos. Por eso necesitamos ser conscientes del poder de lo colectivo, unirnos en torno a aquello que nos moviliza y une y trabajar sin descanso para que más pronto que tarde la dignidad se haga costumbre.
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