Hace veinte añosatrás, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dictó la famosa Resolución1325 (2000) sobre Mujer, Paz y Seguridad. Esta Resolución se hacia cargo de laviolencia de género en los conflictos armados donde la mujer y su cuerpo setransforman en arma de batalla, botín de guerra y mercancía. Esta resoluciónbuscaba justamente prevenir lo que fue denunciado a fines del año pasado en mediosextranjeros y motivó la creación de una comisión investigadora en la Cámara deDiputados el pasado 7 de enero: militares de diversos países pertenecientes a la Misión de Estabilización delas Naciones Unidas en Haití— Minustah— embarazarona cientos de mujeres y niñas a cambio de comida o dinero, para luegoabandonarlas. 21 niños serian hijos de cascos azules chilenos.
El caso descrito es paradigmático, porque refleja con claridad la brutal violencia contra las mujeres y niñas que llega a ser cometida incluso por aquellos llamados a protegerlas.
Desde Libera y nuestro trabajo contra la trata de personas, hemos podido constatar que la violencia de género es la base ideológica de la esclavitud. La violencia de género crea y alimenta la plantilla mental que autoriza las relaciones de dominación y subordinación entre personas.
El intercambio de sexo por comida es la mas gráfica representación del abuso y la cosificación de la mujer, pues en ese encuentro con el otro, la mujer debe renunciar a si misma, y someter su voluntad y su futuro por sobrevivir.
Esta brutal violencia obedece al desequilibrio en las reglas de interacción humana provocadas por el sistema patriarcal que institucionaliza un dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general.
La perspectiva para mirar el mundo es, metafóricamente, la Ley del Hombre. Ahora bien, las consecuencias de la ley del Hombre es que la regla, la norma de comportamiento que nos persuade y termina gatillando la acción, es la ley irracional e injusta del más fuerte.
La polaridad masculina no equilibrada con la polaridad femenina, engendra el exceso de la fuerza y del yo individual y egoísta que causa el miedo, la violencia y la destrucción.
La paridad de género es fundamental porque permitereconstruir el equilibrio. Permite recuperar la perspectiva de las mujeres en la construcción de las reglas de lacomunidad y con ello la recuperación de la ternura, elcuidado y la conciencia de unidad.
No es de extrañar que la evidencia académica sobre la presencia de mujeres en procesos de paz, sea tan apabullante en constatar que somos claves para lograr la paz.
Todas las investigaciones realizados a partir de la dictación de la Resolución 1325 sobre la presencia y efecto de la participación de mujeres en procesos de paz y justicia transicional constataron[1] que su presencia mejoraba significativamente la influencia de todos en los resultados de la negociación, y adicionalmente, lograban la inclusión de más actores, fuera de las contrapartes principales.
Cuando los grupos de mujeres eran capaces de influenciar de manera efectiva un proceso de paz, siempre se lograba alcanzar un acuerdo. Siempre se lograba pactar. Se presentó solo una excepción. En los casos donde las mujeres no participaban, las chances de lograr un acuerdo eran mucho más bajas. Una vez que se lograba un acuerdo, la influencia de los grupos de mujeres estaba asociado a niveles mucho más altos de implementación del acuerdo alcanzado.
Estos logros seconsiguieron con tan solo un 2 por ciento del total demediadores y el 9 por ciento del total de negociadores mujeresen las conversaciones de paz oficiales que se desarrollaron entre 1992y 2011.
¿Se imaginan lo que podría lograr el 50%?
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