Involucrarnos de verdad
Según informe de la ONU, 7.550 millones de personas habitaban el planeta el año 2017, 50.5% hombres y 49.5% mujeres; 11% son adultos mayores y se estima que el 66% pertenece a una de las cinco religiones existentes. Hay más de 600 millones de vegetarianos, 370 millones de indígenas, 1.100 millones de fumadores, 1.540 millones vive en alguno de los cinco países con partido único heredado del marxismo; 1.800 millones son musulmanes; en 47 países es legal la poligamia y en 25 países se ha aprobado el matrimonio homosexual. Más del 95% del planeta tiene algún problema de salud, 2.100 millones de personas carecen de agua potable, 40 millones tienen sida y actualmente existen 6 importantes conflictos bélicos.
Existen en el mundo numerosas condiciones, políticas, sociales, culturales, económicas o de otra índole y es imposible entender o estar de acuerdo con todo.
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Chile no está ajeno a esta diversidad y a la necesidad de adaptarnos a todo lo que está ocurriendo. Solo en los últimos años hemos experimentado modificaciones en leyes que rigen el matrimonio, se aprobó la ley de aborto frente a tres causales, existe una importante población de inmigrantes y no se puede fumar en ciertos lugares. Se debe poner atención en la interacción con los animales, se incorporan nuevas enfermedades al auge o existe ley de divorcio.
Claramente nos ha costado ponernos de acuerdo, no obstante, con un poco de razonamiento y voluntad se ha avanzado, y aunque son incontables las demandas e ilimitadas las necesidades ante un mundo desequilibrado, cuesta creer que la forma de ir generando cambios sea por la fuerza.
Es válido preguntarnos, por ejemplo ¿Por qué una minoría somete a otros intimidando? ¿Es mejor una dictadura que la democracia? ¿Será razonable boicotear la PSU y atentar contra la decisión de más de 295.000 jóvenes que intentan continuar sus estudios? ¿La eliminación de la PSU es el medio que contribuirá a mejorar la educación y eliminar las brechas existentes en el sistema escolar chileno? ¿Quién lidera estos atentados? ¿O considerando todo lo que ocurre en el mundo también tendremos que aceptar que los veganos quemen los restoranes donde ofrecen parrilladas o salir a linchar a los vendedores de cigarros que tanto daño causan? ¿Aceptaremos que los animalistas clausuren el club hípico o cerraremos las pizzerías para evitar la nefasta obesidad? O ¿Cortaremos los árboles frondosos porque limitan la visibilidad e incendiaremos los clubes nocturnos para evitar que bailen las mujeres?
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Debemos meditar seriamente sobre qué sistema queremos, uno democrático, uno autoritario o totalitario, porque si deseamos mantener los acuerdos alcanzados, sea cual sea nuestra elección, tendremos que considerar que tenemos deberes, necesitamos respeto, tolerancia y consideración, y para ello debemos ser más participativos, involucrarnos más en la construcción del país o el mundo y pensar en ideas que permitan que cada uno tenga un espacio y pueda ser un ciudadano que se desarrolla.
Evitar estas minorías violentas requiere trabajar en el barrio, en la universidad, en la empresa, en el servicio o donde nos toque, pero no marginarnos, porque en la medida que nos comprometamos con lo que construimos, probablemente tengamos más ganas de defender lo que hemos logrado en paz y sin romperlo todo.
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