Opinión: La cultura de la barbarie
La situación de Concepción es deplorable, preocupante y de carácter urgente. Las movilizaciones efectuadas a raíz de la crisis social y política que atraviesa nuestro país, sí bien han tenido un componente pacífico absolutamente legítimo, tienen un lado B: la sistemática violencia, vandalismo y alteración del orden público.
Saltan a la vista los graves perjuicios cometidos en Concepción. Los más de 12 buses atacados que tendrán que salir de recorrido para efectuar reparaciones, ralentizando la frecuencia del transporte público. Sumemos los más de 600 millones de pesos que costarán restaurar los daños efectuados a más de 10 propiedades fiscales de organismos públicos, entre ellos reconstruir la Seremi de Educación. Sin embargo, eso no es todo, agreguemos las movilizaciones con resultados de enfrentamientos en el Gran Concepción. Dejando tras su paso saqueos, incendios y barricadas que terminan por sitiar al centro de la capital del Biobío.
Nos encontramos, entonces, ante el hombre masa del cual el filósofo José Ortega y Gasset habla en su libro la Rebelión de las Masas: “el hombre-masa se sentiría perdido si aceptase la discusión, e instintivamente repudia la obligación de acatar esa instancia suprema que se haya fuera de él. Esto quiere decir que se renuncia a la convivencia de cultura, que es una convivencia bajo normas y se retrocede a una convivencia bárbara”. Lo que hoy se aprecia recorriendo las calles de Concepción es el epílogo del paso que tuvo allí la barbarie.
Esta cultura de la barbarie está empeorando la calidad de vida en diversas aristas. Buena parte de la población demanda bienes públicos como el transporte, o bien, privados en virtud del comercio que hoy se ven seriamente afectados. Pensemos, además, que en Chile existen más de 900 mil empresas, de ellas 220 mil son pymes y 680 mil microempresas. Considerar que la realidad país es de grandes empresas con miles de trabajadores bajo sí, es soñar despierto, un baladí que raya en lo ridículo. Además, según la asociación de emprendedores ASECH, las principales fuentes de financiamiento de estos son recursos propios con un 85%, fondos públicos 8.5% y créditos bancarios 6.5%. Es decir, prácticamente todo su desempeño ha reposado bajo sus hombros y con mucho esfuerzo han sacado adelante iniciativas que dan trabajo a miles de familias que hoy ven con pesar y una inagotable incertidumbre ese bienestar alcanzado. Sumando el peso de pagar sueldos, arriendos e IVA, obteniendo poco y nada por culpa de la barbarie.
Así las cosas, la libertad para intercambiar, la seguridad y el respeto a la propiedad privada y pública resultan trascendentales para seguir mejorando la calidad de vida en Concepción y el país. Por eso se vuelve imprescindible detener el harakiri penquista, rechazar tajantemente el infligir este daño sistemático y valorar la iniciativa de la Cámara de Comercio que exige poder trabajar en paz.
Jose Luis Trevia – Fundación para el Progreso Concepción.