Opinión: ¿Cuál paz social?
La dictadura de Augusto Pinochet definió la sociedad chilena en una lógica binaria, en un lado los buenos, en otro los malos, aquí los amigos, allá los enemigos o bien en la dicotomía del orden versus el caos, incluso el propio dictador se atrevió a señalar que Chile estaba en una guerra, entre el marxismo y la democracia, por cierto, situándose el régimen del lado de la democracia.
Se trata de la vieja lógica de la guerra, donde no necesariamente es una situación bélica o militar, sino más bien se busca instalar las relaciones sociales en forma dicotómica, visualizando al caos como un peligro real o eventual, lo cual conlleva que la defensa del orden establecido construya una sociedad cerrada y con miedo a lo diferente.
Por estos días hemos vuelto a dicho escenario, donde la lógica de la guerra o mejor dicho la frase del presidente que estábamos en guerra, se instaló mediáticamente, al punto de apelar a la paz social para avanzar en la solución de los problemas que nos aquejan.
El solo hecho de utilizar esa frase, tiene una lógica perversa, ya que al hablar de guerra se supone la existencia de un eventual o potencial enemigo al cual combatir, derrotar y eliminar.
A partir de lo anterior, ¿qué se persigue entonces con la apelación a la guerra y luego a la paz social? Sin duda que, eliminando, aislado o combatiendo al (supuesto) enemigo se asegura la paz, unión, el orden social y la convivencia entre chilenos; sin embargo, se requiere la existencia de un enemigo que asegure la propia existencia o razón de ser de un gobierno. De ahí entonces las constantes apelaciones a los anarquistas, al lumpen, los vandálicos o delincuentes que se han apoderado del espacio público.
Pero la declaración de guerra no se entiende sin la concerniente paz, ambas operan como dispositivos de persuasión o bien de manipulación de las subjetividades de la población, particularmente el miedo, por ejemplo, el miedo a la violencia, al saqueo, destrucción, pillaje, a la turba, incluso el miedo a la movilización social, a los que marchan y se manifiestan. En tal situación de miedo o inseguridad, que tiende a paralizar a las personas, emerge el discurso de la paz y los acuerdos.
Sin embargo, cabe preguntarse si efectivamente el país esta(ba) en guerra y por lo tanto se requería la paz. Sobre ese punto, pocas veces hemos visto puestas en escena y construcciones mediáticas tan burdas como la apelación a la paz social. Una cosa son los actos de vandalismo y destrucción, circunscritos a determinados espacios o lugares, de los cuales se tendría que encargar carabineros, investigaciones y la justicia y otra muy distinta hacer creer que la sociedad chilena se encuentra dividida, polarizada o en una grieta.
Lo más extraño o paradójico de todo es que las autoridades nos hablan a cada rato de la paz social, incluso realizan convocatorias locales para marchar por la paz en Chile, pero al mismo tiempo desestiman y critican informes de organismos internacionales como Amnistía Internacional que han señalado los grados de violencia que han emprendido las fuerzas de orden, seguridad y militares contra quienes se movilizan.
En consecuencia, la sociedad chilena no está polarizada, no se encuentra en un estado de enfrentamiento, menos aún está en una situación de división de grupos o clases sociales. Una cosa son los actos de vandalismo y destrucción que realizan ciertos grupos, principalmente delincuentes, los cuales deben y tienen que ser controlados por las instancias que corresponden y otra muy distinta querer asignarle a la movilización social y a las protestas una carga negativa, situándolos o haciéndolos responsables ante el resto de los ciudadanos de un estado de conmoción interna que tiene al país al borde del enfrentamiento o de la guerra entre compatriotas. Aquello, no es solo una irresponsabilidad, sino también una vieja treta que, ante la falta de resolución política para resolver los temas y conflictos sociales, se busca instalar mediáticamente con el objetivo de construir un escenario ficticio que solo beneficia a aquellos que buscan desarticular la movilización y predisponer a quienes marchan contra el resto de la población.
Danny Gonzalo Monsálvez Araneda
@MonsalvezAraned