Por el hermoso propósito de volver a abrazarnos
Es tan distinto el presente a cómo imaginamos que sería este año cuando nos abrazábamos la noche de Año Nuevo deseándonos un próspero 2020 junto a la familia y seres queridos. Por entonces, el Coronavirus era una noticia que recién preocupaba en el extranjero; y muchos pensábamos que sería igual que otras enfermedades que conocimos en el pasado, pero que no pasaría a mayores (gripe asiática, porcina u otras). Hoy, a un poco más de seis meses desde que se confirmara el primer caso de Covid-19 en nuestro país, con dolor hemos conocido lo cruel que ha sido la pandemia en nuestra vida y la de nuestros compatriotas. En el Biobío actualmente vivimos el periodo más preocupante, con 10 comunas en cuarentena y 265 de los 12.013 fallecidos en Chile (cifras oficiales de este lunes 14 de septiembre). Mis oraciones y deseos de consuelo están dirigidos a cada familia que ha sido víctima de esta pandemia.
En este contexto tan difícil, vaya mi voz de aliento a aquellas mujeres y hombres que han perdido sus trabajos; también extiendo mis deseos de ánimo a todos quienes día a día se les han multiplicado las responsabilidades para conservar sus empleos y dar un servicio a la ciudadanía. Y, especialmente, dedico mi más sincero reconocimiento a las personas que trabajan en el sistema de salud por todo su compromiso y sacrificio en arduas jornadas para atender a los contagiados.
Así como he tenido la oportunidad de expresarlo a través de mis redes sociales y en diferentes espacios virtuales de opinión, espero que todos aquellos que lean estas líneas también asuman como propia la responsabilidad de cuidarse y de sentirse responsables de proteger a sus familiares, conocidos, colegas y prójimos. Lo anterior cobra particular importancia al llegar las Fiestas Patrias. Nuestra cultura nos invita a celebrar en septiembre junto a familiares, amigos y miles de compatriotas en distintos espacios públicos y lo que debemos hacer ahora es cambiar nuestra forma de vivir estas festividades, pues el riesgo de generar mayores contagios es muy alto en estas fechas. No olvidemos que mientras no tengamos vacuna la enfermedad seguirá presente entre nosotros.
¡Debemos resistir! Y creo que así lo haremos. Es más: tengo la convicción que lograremos superar las dificultades que nos impone el 2020, de la misma forma como ocurrió en otras ocasiones: ¡UNIDOS! Como frente a los incendios, las inundaciones, los terremotos o los tsunamis; de la misma forma que recuperamos la democracia. Porque esa resiliencia asociativa demostrada por nuestra gente es la única que nos garantiza salir adelante.
Es imprescindible que en este tiempo de encierro que se avecina no nos dejemos abatir por la desesperanza. Es precisamente en medio de la oscuridad donde debe brillar la luz de la esperanza. Aprovechemos estos días de cuarentena para pensar cómo queremos que sea nuestra vida, la región y el país. Tanto sufrimiento no puede ser en vano. Le debemos a la memoria de quienes perecieron o enfermaron en la pandemia y a la solidaridad de quienes arriesgaron su salud para cuidar a otros para generarnos alimentos o servicios de primera necesidad un compromiso para iniciar una nueva vida, más humana, más simple, que valore lo esencial sobre lo superfluo.
La nueva vida partirá con la vacunación masiva de la humanidad y debemos estar preparados para ello. No tenemos derecho a pensar que todo seguirá igual a la vida anterior, no tendríamos perdón de Dios si nos llegara otro virus similar y no estuviéramos preparados.
¡Confío en la bondad y en la capacidad humana! ¡Sé que cuando nos lo proponemos logramos grandes cosas, que este largo invierno de 2020 quedará atrás y que más temprano que tarde superaremos la pandemia y volveremos a abrazarnos!.
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