Los arquitectos y su misión
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Los arquitectos y su misión


Por Sergio Fuentes | 04 Febrero 2020 00:20
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- ¿Para qué sirve un arquitecto? esa pregunta retumba en mi cabeza desde que estalló la crisis social. Antes me asaltaba de vez en cuando, pero ahora lo hace a diario.

¿Qué puedo hacer para ayudar? Voy a aventurar algunas posibles respuestas, porque la verdad es que para esta pregunta puede haber muchas respuestas:

Las arquitectas y arquitectos sirven para que todas y todos vivamos en espacios mejores y para que vivamos en ciudades más humanas. Para que la vida de las personas sea mejor, y eso incluye desde la habitación de la casa hasta la misma ciudad.

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El arquitecto se cuestiona lo que nadie más se cuestiona, porque lo hace desde su visión propia del mundo. Y a partir de ahí es desde donde hacemos avanzar el entorno construido de la sociedad que es lo que, al mismo tiempo, acaba creando la sociedad.

Los arquitectos sirven para muchas más cosas de lo que algunos arquitectos mismos piensan, porque hemos sido educados en la creatividad y en el trabajo constante; y también porque entendemos esa distancia que hay entre lo artístico y lo técnico. Esa distancia, desde un arranque creativo hasta una definición sistemática, precisa y rigurosa de las cosas para hacerlas realidad.

El arquitecto es quien hace posible la habitabilidad. El habitar. Y habitar es vivir en un espacio digno, por minúsculo que sea. Si la salud es el problema; la medicina es la solución. Si la habitabilidad es el problema, y lo es a nivel mundial, la arquitectura es la solución. Esa es nuestra misión: la habitabilidad de las personas en las ciudades. Hasta que los arquitectos no la podamos comunicar con claridad y radicalidad no seremos comprendidos ni valorados por nuestra importante misión.

Ese ha sido nuestro papel principal en la historia. Por eso nuestra profesión es tan antigua y por eso también tiene un impacto enorme y un gran valor social.

Crear entornos donde la sociedad se encuentra, vive, disfruta, ama y, en fin, se reconoce. Construir felicidad y bienestar. Me parece que es una extraordinaria labor y al mismo tiempo un extraordinario compromiso. 

Crear espacios acordes a los tiempos tiene un componente funcional que se da por supuesto, pero también una potente carga cultural, de comprensión del mundo actual. Sería impensable hoy plantear propuestas sin atención, por ejemplo, al medio ambiente. Este ámbito cultural me parece clave y es el que nos lleva a la dimensión intelectual del arquitecto. El arquitecto piensa. Y piensa a su manera. Lo nuestro también puede ser un estimulante mundo de investigación intelectual que expanda los límites de la tradicional práctica arquitectónica.

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Reflexionar acerca de nuestra función como arquitectos en la actualidad puede llevarnos a proponer modelos de práctica alternativa.

Tenemos la fortuna de disponer de una diversidad profesional asombrosa, una pluralidad sana y propia de nuestro mundo contemporáneo.

Por último, también somos el medio entre las demandas y las necesidades ciudadanas, y la manera en que pueden materializarse. No solo podemos ni debemos, diría yo, hacer proyectos y diseñar. Estamos formados para gestionar la complejidad. El arquitecto es una persona con capacidad para civilizar. Creo que es lo que más necesitamos ahora.

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